lunes, 22 de diciembre de 2008

Nuevos horizontes

Ahora, despues de pasar una semana de relax total, durmiendo mucho, comiendo bien, y con sesiones maratonianas de televisión, parece que me despierto de repente y me doy cuenta de dónde estoy, qué hora es, y cuántas cosas me quedan por hacer.
Para empezar, me quedan cosas que recoger de las cajas de Fuerte, tengo las maletas de Berlin por medio porque no tengo más espacio en mi cuarto, que es demasiado pequeño, y ahora tengo que hacer limpieza y preparar otra vez las maletas para irme. Porque me voy en 3 días. Y entremedias tenemos Nochebuena y Navidad.
La verdad es que este año la Navidad se me está haciendo muy extraña. Puede ser porque los últimos dos años ha sido como si no existiera, el primero porque trabajaba, y hacía 20º y estaba en la playa, y el segundo porque aterricé justo el día 23 y me la encontré de lleno: frío, cena familiar, etc., y encima se alargó hasta el día de Reyes, y mi ánimo quizá no estaba muy por la labor. Y esta vez, tengo mi cabeza puesta en otra cosa, y a pesar de llevar ya un mes largo de invierno, que ahora parece que no es nada, pero cuando uno tiene siempre los pies tan fríos como yo, da la sensación de que no se va a ir nunca, y de que el calor no existe ni ha existido nunca, y toda esa ropa de verano que tengo en el armario es un engaño, reparas en que hoy ha sido el sorteo del Gordo y en la tele empiezan los especiales recordatorio de todo el año, y las noticias de siempre, que este año tal y cual han subido un nosecuantos por ciento, los anuncios de perfumes y juguetes, el turron de Suchard, el del Almendro, el de Xixona, el de 1880, el turrón mas caro del mundo (¿por qué no cambian el bendito anuncio?), etc., etc., y ahí estás tu tan tranquila, en casa, en el sofá, y en un momento dado te das cuenta de esa Navidad que lleva un mes adivinandose en escaparates y ya incluso en las fachadas de las casas, ha llegado, así de repente. Aunque este año la crisis la esté desluciendo un poco, ya estamos en Navidad, ahora sí.
La verdad es que para mí la Navidad nunca ha sido especialmente sentida, no sé porqué. De pequeña siempre comíamos todos juntos, no tenía porqué ser Nochebuena, era todos los días, a la hora de comer: mis abuelos, mis padres, mis tíos y yo. Después mis hermanos y mis primos, y las discusiones de los niños que querían ver los dibujos y el abuelo que quería ver el telediario. Y las sobremesas, cuando terminabamos de comer y si no había que trabajar, nos quedabamos ahí, en el brasero, hablando, viendo la tele, con la mesa sin quitar... Y poco a poco, fuimos creciendo y no cabíamos en la mesa, así que cada uno a comer a casa, pero eso sí, para Nochebuena y Nochevieja, a comer a casa de mi tía. Esperar a que el Rey termine el discurso para que suba el abuelo, que si no no le dejamos verlo, los canapés (los de roquefort para mi primo y para mí), los embutidos, los huevos rellenos, el marisco, el pijama con helado de postre, y la bandeja de los dulces y los licores, con un mantel rojo, todos sentados en el mismo sitio todos los años, y a cenar todos juntos. Y lo que sobre para mañana. Año tras año igual.
Aparte de la cena de Nochebuena, que ya me la sé de memoria, la Navidad no me trae ningun recuerdo especial. Tampoco en el sentido religioso me atrae demasiado, así que no representa nada para mí, pero son unas fechas entrañables y bla bla bla, y pasarlas con la familia es lo habitual, y tampoco me gusta pasarlas lejos, en parte porque si no estás el resto del año se siente, pero en Navidad se siente más, y es un poco obligación moral más que nada.
Pero eso es el 24 y el 25. Porque hay una vida más allá de la Navidad.
El día 26 tengo que coger un avión. Malaga-Londres Gatwick. El día 29 empiezo a trabajar. Así que me queda una semana, y estoy aquí tan tranquila, se podría decir que perdiendo el tiempo, quizá? Bueno, tampoco voy a tener la maleta hecha una semana antes. La ropa se arruga. Y además a mí me gusta dejar todo para el último momento, así me voy olvidando algo siempre, para no perder las buenas costumbres.
Lo bueno es que esta vez, ya sea por la Navidad o a saber por qué motivo, causa, razón o circunstancia, estoy tranquila (y un poco repetitiva, pero ese es mi estado: estoy tranquila, tranquila, tranquila...). No sé como he llegado a este punto, pero no me asusta irme a otro país, ni empezar un nuevo trabajo, ni vivir en una nueva casa, ni encontrarme tantas cosas que no puedo llegar ni a imaginar y que voy a encontrarme, y a tener que acostumbrarme.
Pero eso me gusta.
No tengo miedo.
Solo tengo curiosidad.

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