Situación:
1. Tu relevo llega tarde, sales media hora (o quizá más) después del curro, pero te reconfortas pensando en la super siesta que te echarás al llegar a casa.
2. Pierdes el bus y con el atasco que hay por ser viernes, estás casi 20 minutos esperando al siguiente, pero la idea de la siesta sigue siendo maravillosa.
3. Pierdes, cómo no, el metro delante de tus narices (con lo que jode, después de ir por ahí corriendo como una loca esquivando a 250 personas que parece que estás en un videojuego). Tienes que esperar 3 minutos contando baldosines, o goteras, o mirando a los pies de la gente tan aburrida como tu en el andén, pero pensar en la siesta te llena de felicidad y gozo.
4. Por fin llegas a casa, el ascensor esta parado y hay un cable misterioso por el rellano, pero subes los 4 pisos a pie, ya sintiendo calambres (por el cansancio de doblar en el curro, no por subir, todavia no estoy tan mal) mientras oyes extraños ruidos que no presagian nada bueno…
5. Están arreglando el ****** ascensor en la puerta de tu casa, a metro y medio de la ventana de tu cuarto, y por supuesto, además de dar golpes, y soldar piezas con el consecuente olor a quemado, hablan a grito pelado (que a lo mejor alguno es sordo y no hay que reirse, pobre hombre bastante tiene con lo suyo).
¿Que estoy pensando? Pues que la vida es maravillosa y que voy a tomarme el cuarto café del día, y que ya dormiré cuando me muera.
viernes, 22 de octubre de 2010
C’est la vie…
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